Otro funcionario implicado en el escándalo con este programa que ha vuelto al ruedo es Ignacio Campero Zubieta. En 2015, como concejal del municipio de Yapacaní, fue denunciado como uno de los “responsables del daño económico al Estado”, según la lista publicada por la entonces interventora del Fondo. Pero la Justicia nunca avanzó contra él y hoy, irónicamente, Zubieta se encarga de fiscalizar estos proyectos en su municipio.
El ingeniero Hugo Sandi, responsable departamental del Fondo Indígena en Chuquisaca, defiende el funcionamiento del programa. Asegura que el cambio administrativo desde 2015 en el manejo ha dado “mayor transparencia”. Explica que cuando se lanza la convocatoria nacional, las alcaldías presentan los proyectos y, una vez aprobados, el desembolso de recursos se hace a los municipios, que son los encargados de la ejecución. Sandi considera que, de esta forma, los proyectos ahora sí llegan al sector productivo, y también a las poblaciones indígenas.
Pero Celso Padilla Mercado, quien preside el Tribunal de Justicia Indígena, lo contradice al denunciar que son los municipios afines al gobierno los que resultan más beneficiados y, a través de ellos, grupos como los interculturales, campesinos no indígenas que son parte de ese frente político. “La mayor parte de los municipios son militantes del MAS y solamente a aquellos les dan; a los que no son, les estancan sus proyectos”.
El movimiento de los interculturales surge en Bolivia desde los años 60, que se refiere a productores del centro y occidente del país que fueron ocupando tierras vírgenes en el oriente y sur del país. En un principio fueron tildados como “colonizadores”, según señala un documento del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla).
Se les denomina interculturales porque conjugan diferentes culturas y se van adaptando a las regiones que van ocupando.
Padilla asegura que existen proyectos del año 2018 que se siguen sin ejecutar o que están paralizados. Por ejemplo, la implementación de hatos ganaderos en los municipios de Lagunillas y Boyuibe, en la provincia Cordillera del departamento de Santa Cruz.
Mencionó también la compra de ganado en el municipio de San Antonio de Lomerío, pero sin la implementación de forraje. Y la implementación de proyectos piscícolas en el municipio de Cabezas que vienen de 2018 y que recién pudieron implementarse en 2023, aunque sin los insumos suficientes para su sostenimiento. “Como estos hay varios proyectos que no han podido ejecutarse en su totalidad. Hay bastantes deudas”, afirma.
El representante indígena cuestiona que en toda la región del Chaco (incluye los departamentos de Chuquisaca, Santa Cruz y Tarija), que es productora de hidrocarburos y donde están los pueblos guaraníes, no hay más de 50 proyectos adjudicados desde la creación del Fondo, a diferencia de los gobiernos municipales que son del MAS: “Yapacaní, un solo municipio -asegura- tenía más de 250 proyectos. Eso demuestra que en nada ha ayudado a paliar los problemas productivos”.
Sobre las nuevas restricciones del FDI (solo para financiar riego, maquinaria de producción y puentes), Padilla dice que esto beneficia a organizaciones afines al Gobierno, como los interculturales, con el fin de incrementar su producción.